Alejandro Rodríguez Juele
La historia de mis historietas

martes, 18 de junio de 2013

Una ciudad perdida en las montañas


En esta segunda parte de mis comentarios sobre "Regreso a las Montañas de la Locura", la aventura escrita por Rodolfo Santullo siguiendo los pasos de H.P. Lovecraft y que con mis dibujos se publicó en el blog Marche un Cuadrito, quiero contar más detalles sobre la creación del mundo visual en que se mueven Fornari, Malucci y Hoffman.

Explorando la última frontera de la Tierra.

En 1931, cuando Lovecraft escribió su nouvelle, la Antártida estaba dejando de ser un continente desconocido. El año anterior el Almirante Richard E. Byrd había sobrevolado el Polo Sur. El relato in extenso de la expedición fue publicado en agosto de 1930 en The National Geographic Magazine. Es conocido que Lovecraft tomó esta expedición como referencia para su relato, en el que aparecen varios episodios similares a los vividos por Byrd (el establecimiento de una base en la cima de la Barrera de Ross, el descubrimiento de fósiles de una era tropical, el dificultoso paso en avión sobre las montañas antárticas, incluso el vuelo por sobre el Polo Sur).

Entre las pocas personas que en 1930 recibían la National Geographic en Uruguay estaban las tías de mi madre. Gracias a ellas tengo en mi poder el mismo número del que Howard Phillips extrajo los datos científicos para su relato. Las 89 fotografías en blanco y negro, en su época la única información visual que se tenía de aquel mundo extraño, muestran en detalle las carpas, los depósitos de combustible, las antenas de radio y los sólidos aviones en Little America, el campamento base de Byrd. En ellas me basé para dibujar el campamento de Fornari y Hoffman.



El experimentado aviador norteamericano había elegido tres aviones de diferentes características. El Floyd Bennet era un trimotor Ford con 1000 HP de potencia, elegido para el largo viaje de ida y vuelta hasta el Polo. Además tenía un Fokker y un Fairchild de menor potencia para los vuelos auxiliares. Por su parte, Lovecraft menciona en su relato cuatro aviones Dornier, algo inverosímil ya que esta fábrica alemana solamente producía lo que en su época se llamaba "barcos voladores", cuyo casco náutico les impedía aterrizar sobre tierra firme. En el momento de elegir los aviones para la Expedición Fornari, elegí el Junkers 46, un pequeño avión anfibio que podía ser eyectado desde una catapulta a bordo de un barco, así como acuatizar o aterrizar sobre el hielo. Además, se trata de una atractiva aeronave de fuselaje prismático y paredes de chapa acanalada.



Byrd fue el primero en usar un barco de casco metálico en una expedición antártica. El Eleanor Bolling, un lento pero sólido carguero le permitió llevar 800 toneladas de cargamento hasta el límite de la Barrera de Hielo de Ross. El barco en que Staller lleva a Fornari, Malucci y Hoffman al encuentro de los Antiguos también es un rompehielos de casco metálico. Como referencia encontré el Sergo Ordzhonikize, una embarcación ártica rusa botada en 1941, con un aspecto que combina el diseño típico de los años 30 y la necesaria modernidad para ser impresionante a los ojos de Fornari.



Revisando la colección de viejas National Geographic, encontré un dato curioso. En el número de febrero de 1930 se publicó un artículo de Joseph F. Rock sobre su expedición a las montañas Amnyi Machen, en la frontera del Tibet y China. El artículo lleva el sugerente título “Seeking the Mountains of Mystery”. 




Evidentemente Lovecraft era un asiduo lector de la revista del marco amarillo donde encontraba parte de su inspiración.

La Ciudad de los Antiguos (a partir de aquí hay spoilers de la trama de RALMDLL y ATMOM)





Uno de los mayores desafíos al ilustrar esta aventura fue dar forma a una ciudad que trasmita espanto de sólo verla . Aunque Lovecraft se toma el tiempo de describirla en detalle, no alcanza con seguir el texto para lograr el efecto requerido. HPL, influído por las descripciones de lugares exóticos como el Nepal o Mongolia, escribe que los "cubos adosados a los más altos picos" le hacen acordar a las pinturas de "antiguos castillos asiáticos" del ruso Nikolai Roerich. Sin embargo luego nos describe arcadas y ventanas de medio punto, algo que remite más a las ruinas romanas que a una civilización alienígena.




En vez de intentar seguir al pie de la letra las intrincadas desripciones lovecraftianas, busqué una referencia visual que trasmitiera a la vez realismo y extrañeza. Como comenté en mi nota anterior, desde el comienzo de mi trabajo me puse el objetivo de mostrar los Antiguos y su ciudad como algo real y tangible, si bien ajeno a nuestra humanidad. Enseguida pensé en los cristales microscópicos como referencia visual para las indescriptibles construcciones que Fornari y Hoffman encuentran tras las montañas. El cloruro de sodio, por ejemplo, forma cristales cúbicos de distintos tamaños que se intersectan y superponen en ángulos caprichosos. Al llevar esas formas a dimensiones colosales obtuve un mundo de aspecto imposible pero a la vez con una lógica interna. Nuestra percepción no logra captar las reglas de la composición, pero reconoce que hay una inteligencia detrás de esos enormes bloques colocados en ángulos que desafían la gravedad.




También en el universo microscópico encontré la referencia para las inscripciones que los Antiguos dejaron en las paredes de su ciudad. Esos grafismos, que Hoffman increíblemente logra descifrar con sólo un vistazo, debían reflejar la simetría radial de los seres que los crearon. Así como los humanos, atados a la dirección vertical que nos marca la gravedad y a la simetría lateral de nuestros organismos, hemos desarrollado un mundo visual en base al ángulo recto, los Antiguos, con sus cabezas en forma de estrella de cinco puntas, debían tener una escritura ordenada en forma radial. A un esquema básico de nodos con cinco líneas radiales, agregué los trazos en espiral que dejan las partículas subatómicas en los aceleradores. Más ingredientes: las inscripciones rupestres de los habitantes prehistóricos de Armenia y el famoso emblema creado por el propio Lovecraft, conocido como la "Marca de los Antiguos". El resultado es una grafía que parece tener un orden y una lógica, pero que nos resulta totalmente ajena. Excepto para mentes privilegiadas como la de Hoffman.




Hay un escenario en RALMDLL, sin embargo, que es totalmente real. La cueva donde Malucci encuentra los ocho cadáveres de Antiguos es una reproducción de las Grutas de Cristal, descubiertas en 2000 en Naica, Mexico. La realidad a veces supera nuestra imaginación.