Alejandro Rodríguez Juele
La historia de mis historietas

viernes, 21 de mayo de 2010

Los Fierros


Me interesa mucho que mis dibujos sean históricamente correctos. Antes de dibujar La Oscuridad me tomé el trabajo de investigar sobre las armas que los protagonistas iban a usar. Quería saber qué tipo de armas largas llevarían los soldados españoles y cuáles los bucaneros franceses. También era importante para el relato conocer las tácticas de lucha de aquella época, que iban a influir mucho en la acción. Creo que este tipo de información es más que un detalle estético. La aventura es por definición la lucha de los protagonistas contra sus enemigos humanos pero también contra las circunstancias que los rodean. Por eso las limitaciones que les imponen la realidad, el paisaje, y también la tecnología que emplean son lo que hace avanzar la historia.

Mucha de la emoción que trasmite una historieta de aventuras reside en la forma en que los protagonistas logran superar estos límites y alcanzan sus objetivos sin que el autor recurra a Deus ex Machina para explicar cómo lo hicieron.

En las primeras décadas del siglo XVIII las armas de fuego atravesaban un importante cambio tecnológico, al difundirse el disparador de chispa. Este sistema, que sustituyó al de mecha, fue muy popular en España y en todo el Mediterráneo. Al apretar el gatillo, el trozo de pedernal apretado en una llave golpea contra una cazoleta de acero, encendiendo una pequeña cantidad de pólvora que a través de un orificio en el cañón, enciende la carga. El conjunto de piezas metálicas de este disparador es muy atractivo visualmente y le da un aire de época a los dibujos.

Las armas largas que llevan los españoles en La Oscuridad son mosquetes. Son el antecesor del fusil. Su caño era liso por dentro, a diferencia del fusil que lo tiene estriado. Esto les daba poca precisión en el tiro. Para asegurar su efectividad, se hacían descargas de muchos mosquetes a la vez. Para lograrlo, era esencial la figura del jefe que evalúa el momento ideal para disparar. De ahí la típica frase "no disparen hasta verles el blanco de los ojos" que siempre decía el jefe del fortín ante el ataque de los pieles rojas.

En 1720, tanto los mosquetes como las pistolas eran de carga por la boca. Junto al cañón se puede apreciar una varilla del mismo largo que se llama "baqueta" y servía para empujar el cartucho hasta el fondo del cañón. Los mosqueteros llevaban varios cartuchos colgados de una bandolera para agilitar la recarga del arma. La maniobra era lenta y peligrosa. Los metales se calentaban y no era extraño que la pólvora se encendiera espontáneamente. Un buen mosquetero podía hacer hasta tres disparos por minuto. Esto hacía que la sorpresa fuera un elemento importantísimo en las batallas. El que pudiera hacer la primera andanada tenía todo para ganar. Sin embargo, una vez disparados los mosquetes, el combate se hacía cuerpo a cuerpo con armas blancas.

En La Oscuridad, los españoles se retiran pasada la primera escaramuza, buscando un refugio desde donde continuar disparando. En ese punto de la batalla, el fuego es "a discreción", o sea que cada mosquetero debe disparar apenas tenga su arma pronta. Esta táctica es diferente de la andanada inicial, y se adapta más a la lucha de trincheras.

El Capitán Moreau empuña dos pistolas. Durante todo el enfrentamiento las exhibe pero no las dispara. Esto es normal, ya que una vez utilizadas, las armas de mano eran más una molestia que otra cosa. Supongo que su idea era reservar los dos disparos para cuando tuviera un blanco fácil o cuando tuviera que defender su vida. De hecho, cuando el blanco aparece, no logra hacer los disparos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario